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lunes, 18 de marzo de 2024

La “Revolución de la Ternura” según el Papa Francisco. Una breve síntesis.

 

                                                                


En el discurso del Papa Francisco, existe una idea que vale la pena resaltar. Es la denominada "Revolución de la Ternura". En este posteo he seleccionado una serie de párrafos y de frases del Papa Francisco donde se refiere precisamente a esta idea. 

1.- La esperanza cristiana: En primer lugar el Papa señala la importancia de la esperanza cristiana como una virtud infundida por el Espíritu Santo que nos permite ver el mañana. Cuando esa esperanza es compartida por un "nosotros", es decir por una comunidad, se transforma en una revolución. "Para nosotros, los cristianos, el futuro tiene un nombre y este nombre es esperanza. Tener esperanza no significa ser optimistas ingenuos que ignoran el drama del mal de la humanidad. La esperanza es la virtud de un corazón que no se cierra en la oscuridad, no se detiene en el pasado, no se mantiene a flote en el presente, sino que sabe ver el mañana. La esperanza es la puerta abierta hacia el porvenir. La esperanza es una semilla de vida humilde y escondida pero que se transforma con el tiempo en un gran árbol. Es como una levadura invisible, que hace subir toda la masa, que da sabor a toda la vida. Y puede hacer mucho, porque basta una pequeña luz que se alimente de la esperanza, y la oscuridad ya no será completa. Basta un hombre solo, para que haya esperanza, y ese hombre puedes ser tú. Después hay otro “tú” y otro “tú”, y entonces nos convertimos en “nosotros”. Y cuando existe el “nosotros”, ¿comienza la esperanza? No. Esa empezaba con el “tú”. Cuando existe el nosotros, comienza una revolución."

2.- La ternura cristiana: En segundo lugar, Francisco nos define la noción de ternura para los cristianos. La ternura como amor cercano y concreto que moviliza nuestro corazón hacia el prójimo que sufre y hacia la tierra que está enferma. La ternura es, según el Papa una señal de fortaleza, de solidaridad y de humildad: "¿Qué es la ternura? Es el amor que se hace cercano y concreto. Es un movimiento que procede del corazón y llega a los ojos, a los oídos, a las manos. La ternura es usar los ojos para ver al otro, usar los oídos para escuchar al otro, para oír el grito de los pequeños, de los pobres, de los que temen el futuro; escuchar también el grito silencioso de nuestra casa común, la tierra contaminada y enferma. La ternura consiste en utilizar las manos y el corazón para acariciar al otro. Para cuidarlo. La ternura es el lenguaje de los más pequeños, del que necesita al otro: un niño se encariña y conoce a su padre y a su madre por las caricias, por la mirada, por la voz, por la ternura. Me gusta escuchar cuando el padre o la madre hablan a su niño pequeño, cuando ellos también se vuelven niños, hablando como habla él, el pequeño. Esta es la ternura, abajarse al nivel del otro. También Dios se abajó en Jesús para ponerse a nuestro nivel. Este es el camino seguido por el Buen Samaritano. Este es el camino seguido por Jesús, que se abajó, que atravesó toda la vida del ser humano con el lenguaje concreto del amor. Sí, la ternura es el camino que han recorrido los hombres y las mujeres más valientes y fuertes. La ternura no es debilidad, es fortaleza. Es el camino de la solidaridad, el camino de la humildad."

3.- Conclusión: Por último, el Papa nos llama a todos los cristianos y a los hombres de buena voluntad a comprometernos para transformar la realidad. Una realidad con que no puede quedar solamente en manos de políticos y grandes líderes empresarios.  "El futuro de la humanidad no está solamente en manos de los políticos, de los grandes líderes, de las grandes empresas. Sí, su responsabilidad es enorme. Pero el futuro está, sobre todo, en manos de las personas que reconocen al otro como un “tú” y a ellos mismos como parte de un “nosotros”.".

     Por lo tanto, la esperanza cristiana con su capacidad para ver la obra de Dios en el mundo, pese a la aparente obscuridad que pueda prevalecer circunstancialmente. La ternura como amor cercano y concreto que mueve nuestro corazón hacia las necesidades de nuestro prójimo y de la tierra que gime por el maltrato que recibe. Y, finalmente, con el valiente compromiso para cambiar una realidad que es responsabilidad de todos, es que los cristianos podemos transformar el mundo para construir el reino de Dios en la tierra. 

 


lunes, 5 de febrero de 2024

Inteligencia Artificial y dignidad humana.

 

Inteligencia artificial y dignidad humana

Por: Juan Bautista González Saborido


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Los avances en inteligencia artificial, robótica y las llamadas tecnologías “autónomas” han originado una serie de desafíos morales, jurídicos y políticos cada vez más urgentes y complejos. Existen esfuerzos para orientar estas tecnologías hacia el bien común y para resolver los dilemas que generan, pero las diversas iniciativas son un mosaico de voluntades dispares.

Por eso, nos parece relevante presentar sintéticamente algunos puntos del pensamiento del Papa Francisco sobre la cuestión, expuestos en diversas alocuciones y mensajes, porque, para nosotros, el diálogo entre el discurso religioso y la razón científica siempre es provechoso para la humanidad. 

Así pues, el primer aspecto que señala el Papa Francisco es que la denominada “galaxia digital”, y en particular la llamada “inteligencia artificial”, están en el corazón mismo del cambio de época que estamos atravesando y están dotadas de un gran potencial para mejorar la vida de las personas y de la sociedad.

El segundo aspecto, es que es una tecnología que está cada vez más presente en las actividades e incluso en las decisiones humanas, a tal punto que está cambiando nuestra forma de pensar y actuar. La mayor parte de las decisiones, incluso las más importantes, como las del ámbito médico, económico o social, son hoy fruto de la voluntad humana y de una serie de contribuciones algorítmicas.

La tercera es que, en el ámbito socioeconómico, los usuarios a menudo quedan reducidos a meros “consumidores”, sometidos a intereses privados concentrados en manos de las grandes empresas dueñas de las plataformas digitales. En dicho ámbito, a partir de los rastros digitales diseminados en la web, explica Francisco, los algoritmos extraen datos con los cuales se pueden controlar los hábitos mentales y relacionales de los usuarios para fines comerciales o políticos, a menudo sin que ellos mismos lo sepan. Se limita así, el ejercicio consciente de la libertad de elección.

La cuarta es que la confidencialidad, la posesión de datos y la propiedad intelectual son ámbitos en los que las tecnologías en cuestión plantean graves riesgos. A ello se agregan otras consecuencias negativas debido a su uso impropio, como la discriminación, la interferencia en los procesos electorales, la implantación de una sociedad que vigila y controla a las personas, la exclusión digital y la intensificación de un individualismo cada vez más desvinculado de la colectividad.

Por tanto, concluye Francisco, las nuevas tecnologías no son neutrales. Más bien, son instrumentos que modelan el mundo y comprometen las conciencias de las personas. Por ello, el Papa incita a que maduren motivaciones fuertes para perseverar en la búsqueda del bien común, frente a los intereses políticos, económicos y comerciales que atraviesan estas tecnologías.

Las propuestas frente a los desafíos.

Luego de realizar el diagnóstico y de señalar los riesgos de la IA, el Papa también formula una serie de propuestas. La primera, es la necesidad de una ética de los algoritmos o “algor-etica” que implica la responsabilidad de cada elemento del proceso de elaboración de estas máquinas. Al ser muchos los eslabones que intervienen en el proceso de creación de los aparatos tecnológicos (investigación, diseño, producción, distribución, uso individual y colectivo), cada una de ellos debe asumir una responsabilidad específica.

La segunda, es que, ante los desafíos éticos, no basta simplemente confiar en la sensibilidad moral de quienes investigan y proyectan dispositivos y algoritmos, sino que es necesario crear organismos sociales intermedios, multisectoriales, que garanticen la representación y tutela de los derechos de los usuarios y el aporte de las instituciones educativas. 

La tercera es que los principios de la Doctrina Social de la Iglesia, dignidad de la persona, justicia, subsidiariedad y solidaridad, brindan una contribución decisiva. Estos principios expresan el compromiso de ponerse al servicio de cada persona en su totalidad y de todas las personas, sin discriminación ni exclusión.

La cuarta y última, es que la dignidad intrínseca de todo hombre y mujer es el criterio clave para evaluar las tecnologías emergentes. Las mismas revelan su positividad ética en la medida en que contribuyen a manifestar esa dignidad y a incrementar su expresión, en todos los niveles de la vida humana.

El concepto de dignidad humana, para Francisco, implica que el valor fundamental de una persona no puede medirse con un conjunto de datos. Por eso, en los procesos de toma de decisiones sociales y económicas, es un deber la cautela a la hora de confiar juicios a algoritmos que procesan datos recogidos, a menudo subrepticiamente, sobre las personas, sus características y los comportamientos pasados.

Conclusión

Existe una evidente asimetría entre los propietarios de las plataformas tecnológicas como Google, Amazon, Facebook,
Apple y Microsoft, los Estados Nacionales y los usuarios de las mismas. En este contexto, el aporte del magisterio del Papa Francisco es lucido, realista y valioso para diseñar una regulación robusta de los sistemas de IA tanto a nivel nacional como internacional.

Dicha regulación debe tutelar especialmente la dignidad y los derechos fundamentales de la persona humana, como por ejemplo: el derecho a la intimidad, a la privacidad, a la identidad, a la información, y debe promover la justicia y la búsqueda del bien común.

Todavía estamos a tiempo de controlar la IA y los algoritmos que aparentemente ya nos controlan. Para ello, lo más importante es que pongamos la razón moral por encima de la razón técnica. La tecnología siempre podrá ser un aliado del progreso, pero si se la incorpora en un marco ético y jurídico que jerarquice la dignidad humana.

Por eso es importante no centrarse solo en lo que puede hacer la IA, sino también en lo que pueden hacer las personas (creatividad, empatía, colaboración), lo que queremos que sigan haciendo, y buscar formas de qué humanos y máquinas puedan trabajar mejor juntos (complementariedad).

En definitiva, lo que necesitamos es humanizar la tecnología para poner a la persona y a sus derechos fundamentales en el centro de todos los avances tecnológicos.

* Profesor e investigador de la Facultad de Ciencias Jurídicas (USAL)

miércoles, 20 de diciembre de 2023

Una rápida radiografía del Capitalismo Digital, el Big Data y la Inteligencia Artificial.

 "En el siglo XXI, la información es el activo más importante; es la base para el poder político: el que controla los datos, controla el mundo." Yuval Noah Harari 


El contexto cultural de la sociedad posmoderna se manifiesta reacio a toda búsqueda de trascendencia, al heroísmo como ideal de vida y al afán de gloria y honor como "τέλος" (fin, objetivo o propósito) de la vida. El materialismo, el hedonismo, el individualismo, favorecen que en la actualidad predomine el consumidor perfecto, sin hondura metafísica y sin aspiración espiritual alguna. El consumismo, sumado a un anhelo desproporcionado de comodidad, confort y seguridad, operan como el placentero “soma” en la distopía “Un Mundo feliz” de Aldous Huxley.

La situación se agrava, con el avance de la inteligencia artificial. Una vez que la persona humana queda reducida a su pura materialidad y se opaca todo eco de misterio y eternidad, puede quedar fácilmente degradada a un conjunto de datos, cuyo análisis reporta beneficios comerciales. Así, el capitalismo va mutando y se va convirtiendo en un capitalismo algorítmico y del big data, donde se analizan sistemáticamente los trillones de datos que pueblan el ciber espacio.

La digitalización, si está dominada exclusivamente por intereses comerciales, intensifica la alienación humana. La denominada “industria de la atención”, por ejemplo, incrementa la manipulación de las personas hasta extremos hace poco inconcebibles. Las llamadas “redes sociales”, están deliberadamente diseñadas para generar loops de dopamina que nunca generan una satisfacción plena, de manera maximizar el tiempo de interacción de los usuarios[1].

Otra cuestión, es que el tiempo que se le dedica a las redes, compite con el tiempo dedicado a la familia, a los hijos, a los amigos, al trabajo. Las redes sociales para un gran número de personas, sustituyen a las horas de ocio y de descanso. Es decir, que sustituyen lo que da verdadero placer por algo que sólo imita los mecanismos del placer.

En este contexto, es importante conocer la lógica que alimenta el sistema y los intereses comerciales que lo atraviesan. Así, en el capitalismo digital por medio de las redes de algoritmos, no se busca satisfacer preferencias, sino generarlas, e influir decisivamente sobre los comportamientos. Se pone en marcha de esta manera, una manipulación personalizada que en última instancia condiciona la formación y expresión de las preferencias, sin que exista suficiente conciencia de lo que está sucediendo.

En un documento filtrado de Facebook de 2018, surge que el sistema de inteligencia artificial de la autodenominada red social produce más de seis millones de predicciones por segundo a partir de los datos personales de los usuarios, predicciones que luego se mercantilizan para anticipar y orientar las decisiones de tales usuarios[2].

No es ninguna novedad que el ejercicio de la libertad humana es un asunto bastante complejo. Sin embargo, el mundo emergente de megadatos y economía de plataformas pareciera que busca reducirla a su mínima expresión. Hoy, con la digitalización, el incremento del uso de internet y la inteligencia artificial, se está desplegando a velocidad vertiginosa un sistema de condicionamiento y control que deja chiquito todo lo que hemos conocido en el pasado.

Así pues, la digitalización y los algoritmos, paulatinamente, nos van conduciendo a un “capitalismo de la vigilancia” cuyas posibilidades de control social hacen palidecer todo aquello con que pudieron contar los totalitarismos de antaño. ¿Cabe hablar de libertad en serio en una sociedad de la mercancía donde se busca que al consumidor lo encaminen sigilosamente hacia la creación de sus necesidades de compra? ¿Qué lugar ocupará la libertad en este mundo donde sobreabundan las técnicas comerciales aplicadas a la “gobernanza” de los consumidores, la publicidad basada en la neurociencia, explosiones de dopamina teledirigidas y máquinas propagandísticas automatizadas, concebidas a partir de los avances en inteligencia artificial?

Sin embargo, lo paradójico, es que esta vigilancia no es impuesta, sino que es consentida sin vacilar. En este contexto, lo que genera una singular preocupación, es que a mayor vigilancia algorítmica más lucro, y el lucro es el mejor alimento del capital. Estas características, nos permite afirmar que esta tendencia tenderá a incrementarse cada vez más.

En lo que respecta a la experiencia humana en esta etapa del capitalismo algorítmico y big data, la misma va transitando en una interacción permanente con los dispositivos digitales y con el mundo virtual. Esta interacción, a su vez, va generando un fenómeno de hibridación de la experiencia entre lo real y lo virtual.

Esto significa que se ha avanzado mucha en la conectividad, pero las conexiones se reducen a máquinas y seres humanos en espacios virtuales. Esto implica, que es la conexión entre máquinas la que prevalece. Simultáneamente, perdemos el vínculo con la naturaleza, con los demás seres vivos y también la conexión profunda con nosotros mismos. Se habla con ligereza de una “realidad aumentada” merced a la virtualización de la experiencia; pero lo que de hecho vamos teniendo es una humanidad disminuida, menoscabada, cada vez más limitada.

Además, el sujeto que surge de esta hibridación, está atravesado por los flujos de poder que determinan la experiencia del mismo. Vale decir, que el entramado de relaciones que mantenemos con los dispositivos digitales no es neutral, pues hay unos intereses claros tratando de dirigir la nueva configuración de lo humano y de la realidad, a través de los algoritmos que van influenciando nuestras opciones.

Las apps hacen que aunque vivamos en el mismo país, la misma ciudad y hasta la misma casa, se nos muestren universos distintos. Las GAFAM (Google, Amazon, Facebook, Apple y Microsoft), tienen hoy un descomunal poder político. Por primera vez en la historia tienen una capacidad global de alterar, maximizar o silenciar cuestiones de la esfera pública. Es muy difícil que estas megaempresas se limiten exclusivamente a sacar todos los datos que puedan y ganar todo el dinero posible. Tienen ambiciones políticas y van a tratar de llevarlas adelante.

Por ello, nuestro futuro está cada vez más definido por lo que sucede en el entorno digital. Y dicho entorno depende de los intereses comerciales de las principales compañías tecnológicas que tienen las infraestructuras y el poder suficiente como para procesar las grandes cantidades de datos que extraen de la ciudadanía. Vale decir, que la digitalización ha creado nuevos sistemas de poder, nuevas asimetrías y nuevas desigualdades sociales.

Por consiguiente, ante los desafíos que plantea el capitalismo de datos, no basta simplemente con confiar en la sensibilidad moral de los directivos y accionistas de las GAFAM, ni de quienes investigan y proyectan dispositivos y algoritmos. Más bien, es necesario crear organismos sociales intermedios, que garanticen que esté representada la sensibilidad ética de los usuarios y de los educadores para contrarrestar de alguna manera la asimetría de poder[3].

Por otra parte, la dignidad intrínseca de todo hombre y mujer debe ser el criterio clave para evaluar integralmente a las tecnologías emergentes. Las mismas revelan su positividad y su bondad ética en la medida en que contribuyen a manifestar esa dignidad y a incrementar su expresión, en todos los niveles de la vida humana[4].

Se debe tener presente, que en este mundo desencantado, en medio del eclipse de Dios y de la perdida de sentido que ello supone, los hombres no pueden estar obligados a vivir en una realidad donde existe una opción de hierro entre progreso técnico y empobrecimiento interior, condenados a la terrible condición de una vida ¨espiritualmente desamparada¨ en la expresión de Siegfried Kracauer[5].

Para finalizar, si bien existen una gran cantidad de temas que no hemos podido abordar en estas líneas por su extensión, consideramos que hemos logrado llamar la atención sobre la importancia y la urgencia de tomar conciencia acerca de esta realidad. De esta manera, podremos ir retomando cuanto antes el control sobre nuestra conciencia, sobre nuestros datos, sobre nuestra intimidad y en definitiva, sobre nuestra vida. 

La defensa de la dignidad humana, como fundamento  de nuestros derechos, la toma de conciencia y el control sobre nuestros datos, y especialmente sobre la autodeterminación informativa, es el camino para gozar de una libertad más plena, más humana y más potente.

 



[1] Riechmann, Jorge "La digitalización está intensificando la alienación humana" consulta en línea el 30 de noviembre de 2023 en https://www.bloghemia.com/2023/11/jorge-riechmann-la-digitalizacion-esta.html

 [2] Zuboff, Shoshana citada en Andrés Ortega, “Erosión del libre albedrío”, El País, 14 de julio de 2019.

[3] Innerarity, Daniel y Colomina, Carme. «La verdad en las democracias algorítmicas». Revista d’Afers Internacionals, n.º 124 (abril de 2020), p. 11-23. DOI: doi.org/10.24241/rcai.2020.124.1.11

[4] Francisco, Encuentro con los participantes en la plenario de la Pontificia Academia para la Vida, Sala Clementina 28 de febrero de 2020, consulta en línea el 15 de noviembre de 2023 en https://www.vatican.va/content/francesco/es/speeches/2020/february/documents/papa-francesco_20200228_accademia-perlavita.html

[5] Historia. Las últimas cosas antes de las últimas. 1ra edición, Buenos Aires, Las Cuarenta. 2010

miércoles, 11 de octubre de 2023

Dignidad humana como fundamento de los derechos humanos y el desafío del imperativo tecnológico.

 Razón religiosa y razón secular.

Por Juan Bautista González Saborido

Abogado USAL, Magister en Ciencias de la Legislación, Investigador, Profesor de Derecho Comercial II, de Derecho Regulatorio de los Mercados (USAL) y  Profesor de Doctrina Social de la Iglesia (UCA). Correo electrónico: jb.gonzalezsaborido@usal.edu.ar.

 


Resumen

 Un auténtico desarrollo del hombre, no se asegura sólo con el progreso técnico y con meras relaciones de conveniencia. Solamente un humanismo abierto al Absoluto nos puede guiar en este camino de modo que abra la conciencia del ser humano a relaciones recíprocas de libertad y de responsabilidad.

En materia de derechos humanos no se puede excluir todo el desarrollo que realizó el magisterio católico y el resto de las grandes tradiciones religiosas sobre el fundamento religioso de la dignidad humana y el valor intrínseco de las personas.

 Palabras clave:

 Dignidad Humana- Religión- Ciencia.

Human Dignity- Religion- Science.

Publicado en Red Rucoc nº1. La revista de las facultades de derecho.

 https://revistas.ucalp.edu.ar/inde.../redrucoc/issue/view/40

1.- Introducción:

El progreso de la ciencia y de la técnica en las últimas décadas es algo asombroso. Los adelantos operados en materia de inteligencia artificial, robótica y biotecnología son realmente disruptivos y maravillosos. Pero cuando analizamos la cuestión de los valores espirituales, el progreso ya no es tan nítido. Es más, se generan dudas respecto a si realmente hemos progresado desde la época del Renacimiento o incluso de la Edad Media.

Últimamente se ha desarrollado una fuerte polémica respecto a la Inteligencia Artificial por su capacidad para dominar los discursos, especialmente el discurso público, como así también por su capacidad de controlar: el sentido de la realidad, la cultura y hasta la educación. A su vez, en materia de biotecnología es vertiginoso el avance en las técnicas de manipulación genética, en la clonación, en las terapias génicas y en el trasplante de órganos de animales en humanos.

El Papa Francisco, en la encíclica Laudato Si del año 2015, sin dejar de reconocer los impresionantes logros y avances científicos del último siglo, ya había formulado una contundente crítica tanto al paradigma científico tecnológico como a las formas de poder que derivan del mismo, y lanzó la invitación a buscar nuevos modos de entender la economía y el progreso.

En dicho documento señaló que no podemos ignorar que los adelantos científicos y tecnológicos nos dan un tremendo poder. Un poder que en realidad no disfruta toda la humanidad, sino quienes tienen el conocimiento, y sobre todo la capacidad económica para utilizarlo, lo cual otorga un dominio impresionante sobre el conjunto de la humanidad y del mundo entero.

En ese marco, cuestionó que se tienda a creer ingenuamente que todo incremento del poder técnico constituya sin más, un progreso, un aumento de seguridad, de utilidad, de bienestar, de energía vital, de plenitud de los valores, como si la realidad, el bien y la verdad brotaran espontáneamente del mismo poder tecnológico y económico.

Agregó, que el hombre moderno no está preparado para utilizar el poder con acierto, porque el inmenso crecimiento tecnológico no estuvo acompañado de un desarrollo del ser humano en responsabilidad, valores y conciencia[1].

En este contexto, planteamos que la defensa del ser humano, de su dignidad, de su personalidad, de su carácter único, irrepetible e insustituible, de su modo de ser y de su cultura, contra la lógica del paradigma tecno económico imperante, se convierte en una cuestión central. Los cambios vertiginosos que estamos viviendo repercuten fuertemente en el derecho en general y particularmente en el campo de los derechos humanos, colocándolo en crisis. En efecto, surgen corrientes culturales y de pensamiento, algunas de matriz cientificista y otras nihilistas, que cuestionan las bases ontológicas del hombre y, en consecuencia, su dignidad inalienable.

Este cuestionamiento, conlleva una paulatina relativización de la importancia de los derechos humanos como sistema protectorio de la dignidad humana. Esto, podría dejar liberado el campo para el avance de lo que se conoce como el imperativo tecnológico. Vale decir que “todo lo que técnicamente es posible, será axiológicamente deseable” y que el hombre mismo quede subordinado a esta lógica.

En la defensa del ser humano el derecho cumple un rol sustancial, en primer lugar, debido a su dimensión normológica que regula derechos y obligaciones. Pero, además, el orden jurídico también tiene una dimensión antropológica al garantizar a cada persona la preexistencia de un mundo dado, su identidad a largo plazo y la posibilidad de transformar ese mundo e imprimirle su propia huella. El derecho, como una de las manifestaciones de la cultura junto a la lengua, tiene la característica de dar sentido a la vida social[2].

En este ensayo intentaremos profundizar en dicha dimensión antropológica para lo cual consideramos de singular importancia rescatar la necesaria armonía y equilibrio que debe haber entre la razón secular, científica o filosófica y la razón religiosa que se fundamenta en la fe. Cuestión sobre la que advertimos que existen líneas de continuidad entre el magisterio de Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco.   

2.- La necesidad de la armonía y el equilibrio entre la razón religiosa y la razón secular:

En la encíclica Fides et Ratio de Juan Pablo II[3] se postula, con singular lucidez, la necesidad de recuperar la armonía fundamental entre el conocimiento filosófico y el teológico que proviene de la fe. Ello debido a que la fe, lejos de ser irracional, requiere que su objeto sea comprendido con la ayuda de la razón, lo cual es materia de reflexión de la teología, y la razón, por su lado, en el punto límite de su búsqueda, admite como necesario lo que la fe le presenta como verdadero.

El vínculo equilibrado entre la razón religiosa (la fe) y la razón filosófica y científica, es muy fecundo porque se amplía el horizonte de conocimiento del hombre. Igualmente conviene aclarar que la unidad y la armonía entre la fe y la razón de todos modos distinguía claramente sus diversos objetos y métodos, sin confundirlos.

Sin embargo, a partir de la baja Edad Media la legítima distinción entre los dos saberes se transformó progresivamente en una desdichada separación. Debido al excesivo espíritu racionalista de algunos pensadores -especialmente a partir de la ilustración europea- se radicalizaron las posturas, llegándose de hecho a una filosofía y a unas ciencias separadas y absolutamente autónomas respecto a los contenidos de la fe. 

En esa senda, lo cierto es que el gran proyecto ilustrado de poner a la razón humana, como el logro supremo del hombre fracasó. Y ello –precisamente- porque se encorsetó a la razón en el molde propio de su condición humana, llena de límites, y así se la desvinculó de todo horizonte metafísico trascendente. Lejos de pensar con más amplitud, lo que se produjo fue una singular restricción de la inteligencia y del razonamiento en general. 

Asimismo, esta separación, en el ámbito de la investigación científica generó que paulatinamente se vaya imponiendo una mentalidad positivista. La misma, no sólo se fue alejando de cualquier referencia a la visión cristiana del mundo, sino que fue olvidando y despreciando toda relación con la visión metafísica y moral de la realidad[4]

Una de las consecuencias de este proceso es el paulatino oscurecimiento del valor de la persona y de su dignidad intrínseca e inalienable y que se cuestione que el hombre sea el fundamento, el fin y el sujeto del ordenamiento social, político y económico[5]. 

Este oscurecimiento llega al punto donde algunos científicos, carentes de referencia ética, dejan de poner en el centro de su interés a la persona y la globalidad de su vida. Es más, algunos de ellos, conscientes de las potencialidades inherentes al progreso técnico, parece que ceden, no sólo a la lógica del mercado, sino también a la tentación de un poder demiúrgico sobre la naturaleza y sobre el ser humano mismo[6].

En este marco, consideramos que vale la pena revisitar algunas de las reflexiones que realizaron Joseph Ratzinger y Jürgen Habermas[7] sobre el denominado "imperativo tecnológico" del paradigma vigente para discernir cuáles son sus profundas consecuencias y  peligros, pero fundamentalmente, de qué manera la humanidad puede resolver dichos desafíos y revalorizar la relevancia de la dignidad humana como fundamento de los derechos humanos.

3.- La autosuficiencia de la técnica y la necesidad de ampliar el horizonte de la razón:

La primera cuestión que abordaron es lo que se denomina la autosuficiencia de la técnica. Esto significa que, frente al poder de la tecnología, el hombre ya no se pregunta el “para qué” de los incesantes adelantos, ni tampoco sus implicancias éticas.

Así pues, el fruto de la “autosuficiencia de la técnica” para Ratzinger, será que “el hombre se pregunta sólo por el cómo, en vez de considerar los porqués que lo impulsan a actuar”. De esta forma, se consolida una “mentalidad tecnicista, que hace coincidir la verdad con lo factible”[8] lo cual conlleva a una mutilación de la realidad, reduciendo su misterio, su riqueza y su esplendor.  Para la mentalidad tecnicista lo que importa ya no es la satisfacción de aquello que llamamos verdad, sino solamente la operación correcta y el procedimiento eficaz.

Más adelante Ratzinger sostiene que “el verdadero desarrollo no consiste principalmente en hacer. La clave del desarrollo está en una inteligencia capaz de entender la técnica y de captar el significado plenamente humano del quehacer del hombre, según el horizonte de sentido de la persona”[9]. Esto significa que hay que volver a ubicar la técnica al servicio del hombre y de su desarrollo integral y no a la inversa.

No vamos a poder encontrar el sentido de la técnica, si subordinamos la grandeza del hombre al mero desarrollo tecnológico. Por el contrario, la persona humana es y debe seguir siendo, el principio, el fundamento y el fin del ordenamiento político, social, económico y tecnológico. O, dicho de otra forma, la técnica debe servir y no dominar.

Luego de señalar el problema de la autosuficiencia de la técnica y la necesidad de captar el significado plenamente humano de la misma, Ratzinger plantea que para resolver el problema de “la autosuficiencia de la técnica”, no es posible refugiarse nostálgicamente en un pasado que no vuelve.

Esto sería una mera ilusión sin arraigo en la realidad. Lo más razonable para él, es reconocer lo que tiene de positivo el desarrollo moderno del espíritu, por lo que no merece la pena retroceder o hacer una crítica negativa, sino ampliar nuestro concepto de razón y de su uso.

Ampliar el concepto de razón y de su uso, es recuperar el sentido de la trascendencia. Junto a ello, también es singularmente importante rescatar un modo de habitar contemplativo y poético, que esté abierto al misterio, que genere la capacidad de transfigurar la realidad con la palabra y de intuir la presencia de lo sagrado en la realidad. En lo que respecta a la persona humana, es tener la capacidad de ver en el “otro” el reflejo de la gloria de Dios.

4.- Importancia del dialogo profundo e intercultural frente al relativismo ético:

Además de ampliar el concepto de razón y de su uso en el sentido señalado, es también necesario el ejercicio del diálogo, de un dialogo profundo e intercultural. Sin embargo, no hay que confundir en dicho ejercicio el valor de la tolerancia y la amplitud de horizonte con el relativismo ético.

En ese sentido, Ratzinger tiene el convencimiento de que el relativismo ético, lejos de dejar abierto un apacible campo de diálogo social, sólo sirve de entrada a un individualismo egocéntrico en donde predominan los intereses subjetivos dominados por el deseo. Con la entrada del individualismo, triunfa el utilitarismo economicista, que es completamente incompatible tanto con la antropología cristiana como con una crítica lúcida al capitalismo contemporáneo como la que realiza Habermas. 

En efecto, en 2001 Habermas publicó un libro titulado El futuro de la naturaleza humana. ¿Hacia una eugenesia liberal?"[10], en el que se enfrentaba a los desafíos provocados por la acelerada expansión de las biotecnologías. En el desarrollo ilimitado de las mismas, Habermas percibe una manifestación más de la colonización del mundo de la vida por imperativos sistémicos. El imperativo sistémico al que se refiere Habermas sería el del dinero. 

En ese libro, el autor alemán llega a sostener que la posibilidad de modificar el genoma humano y la selección libre del patrimonio genético que la ciencia hace posible, termina tecnificando las relaciones interpersonales y poniendo en entredicho la auto comprensión de la especie humana.

En ese orden de ideas, un punto central de su preocupación es la posibilidad de sustitución tecnológica de lo “engendrado” a través de las relaciones humanas entre varón y mujer, por lo "manufacturado" en un laboratorio. Esto último lo lleva a preocuparse seriamente por el futuro de la naturaleza humana. Más adelante, reflexionando sobre su ya mítico Lebenswelt (mundo de la vida), Habermas señala que “nuestro mundo vital está en cierto sentido constituido aristotélicamente”[11] es decir que la realidad tiene un “telos” o causa fin, y por ello recuerda la distinción del estagirita entre teoría, técnica y praxis.

Sin embargo, en la modernidad las ciencias naturales pasaron de esa observación desinteresada, a realizar una intervención técnica, destinada a someter a una naturaleza “desalmada”, o “desencantada”, y desprovista de finalidad. Y aclara este autor, que las consideraciones sobre la naturaleza, incluyen también a la naturaleza del ser humano. Vale decir, que en la Modernidad la praxis se tecnificó, presa de una “lógica de aplicación”, dominada por el utilitarismo, con una deriva que termina cuestionando la “función directiva de la praxis propia de la moral y el derecho.”[12].

Para comprender la cuestión de la técnica desde la perspectiva habermasiana, es muy relevante la entrada en juego de la biotecnología y sus enormes posibilidades de manipulación del hombre. Esta entrada, genera la obligación de plantearse si habrá que comportarse autónomamente, con el apoyo tanto de consideraciones éticas personales como de una regulación pública de la biotecnología basada en una democrática conformación de voluntad, o si todo consistirá en actuar arbitrariamente de acuerdo con preferencias subjetivas, que encuentran satisfacción en el mercado

Esto es, que como la biotecnología tiene la posibilidad de "producir" seres humanos a la carta, el dilema es si se regula legislativamente dicha posibilidad, o si dejamos que la naturaleza humana se mercantilice y sea un bien más en el mercado. El dilema ética-mercantilismo queda así meridianamente expuesto, como así también la posibilidad de que el ser humano se transforme en una mercancía más que se compra y se vende en función de deseos, ahora convertidos en derechos subjetivos, con el fuerte menoscabo que ello implica para su dignidad.

Para Ratzinger el hecho de que la razón secular (moderna) se confunda o se limite a la mera razón tecnológica o utilitaria implica que la "técnica" puede acabar entendiéndose como un instrumento “de la libertad absoluta, que desea prescindir de los límites inherentes a las cosas.”. En efecto, es tal el poder de la técnica que el hombre puede renunciar a reconocer un límite objetivo para su utilizaciónEllo lleva a que Ratzinger diagnostique que “el peligro del mundo occidental” es que “se rinda ante la cuestión de la verdad: Y eso significa al mismo tiempo que la razón, al final, se doblega ante la presión de los intereses y ante el atractivo de la utilidad, y se ve forzada a reconocerla como criterio último”[13]. Para él, ética o mercado, a su modo, también están contrapuestos.

Frente a estos dilemas, Ratzinger no tiene la menor duda de que “escuchar las grandes experiencias y convicciones de las tradiciones religiosas de la humanidad, especialmente las de la fe cristiana, constituye una fuente de conocimiento; oponerse a ella sería una grave limitación de nuestra escucha y de nuestra respuesta”. De ahí que haya que mostrar “la valentía para abrirse a la amplitud de la razón, y no la negación de su grandeza”[14]

Y prosigue: “En la actualidad, la bioética es un campo prioritario y crucial en la lucha cultural entre el absolutismo de la técnica y la responsabilidad moral”. Nos encontramos ante “un ámbito muy delicado y decisivo, donde se plantea con toda su fuerza dramática la cuestión fundamental: si el hombre es un producto de sí mismo o si depende de Dios. Los descubrimientos científicos en este campo y las posibilidades de una intervención técnica han crecido tanto que parecen imponer la elección entre estos dos tipos de razón: una razón abierta a la trascendencia o una razón encerrada en la inmanencia”[15]

Asimismo, con este poder “demiúrgico” que surge de la técnica, la tentación de ponerse a construir al hombre adecuado (al hombre que hay que construir), la tentación de experimentar con el hombre, la tentación también de considerar quizá al hombre o a cierto grupo de hombres como basura, como sobrantes y de dejarlos de lado y excluirlos, ya no es ninguna fantasía de moralistas hostiles al progreso[16].

5.- Frutos posibles del dialogo intercultural:

Según Ratzinger “la racionalidad del quehacer técnico centrada sólo en sí misma se revela como irracional, porque comporta un rechazo firme del sentido y del valor”. Atraída por el puro quehacer técnico, la razón sin la fe se ve avocada a perderse en la ilusión de su propia omnipotencia y por su parte[17]la fe sin la razón corre el riesgo de alejarse de la vida concreta de las personas. En consecuencia, concluye que la sabiduría de las grandes religiones y de sus culturas no es algo que se pueda dejar de lado “como una especie de “quantité négligeable (de magnitud despreciable)”[18].

Por estos motivos, Ratzinger, devenido en el Papa Benedicto XVI el 11 de mayo de 2010 en pleno vuelo hacia Lisboa, frente a periodistas señaló: “una cultura europea, que fuera únicamente racionalista no tendría la dimensión religiosa trascendente, no estaría en condiciones de entablar un diálogo con las grandes culturas de la humanidad, que tienen todas ellas esta dimensión religiosa trascendente, que es una dimensión del ser humano. Por tanto, pensar que hay sólo una razón pura, antihistórica, y que ésta sería la razón, es un error”[19].

Que un teólogo que luego fue Papa afirme todo esto no puede sorprender a nadie, pero el propio Habermas no tendrá tampoco nada que objetar; muy al contrario: se cuestionará si es “la ciencia moderna una práctica que puede explicarse completamente por sí misma” y, sobre todo, si “determina performativamente la medida de todo lo verdadero y todo lo falso”, o si “puede más bien entenderse como resultado de una historia de la razón que incluye de manera esencial las religiones mundiales”[20].

Una de las conclusiones que podemos sacar de estos planteos, es que frente a un paradigma tecno científico dominado por las lógicas de poder y de lucro, que en muchos aspectos tienen una mirada miope sobre la realidad, se hace necesario reafirmar la necesaria complementariedad entre razón y fe. Esta complementariedad en palabras de San Juan Pablo II significa que: “… se ayudan mutuamente, ejerciendo recíprocamente una función tanto de examen crítico y purificador, como de estímulo para progresar en la búsqueda y en la profundización”.[21]

El dialogo entre la razón secular y científica con la razón religiosa, es lo que permitirá que tengamos una razón ampliada que reconozca la grandeza de la apertura a la trascendencia y que nos permita dialogar con las grandes religiones y tradiciones de la humanidad para fundamentar -entre otras cosas- la dignidad humana.

6. Vigencia y continuidad en el magisterio de Francisco.

La armonía, el equilibrio y el dialogo entre la razón religiosa y la razón secular, es un camino que ha sido continuado por el Papa Francisco. Por ejemplo, en la encíclica “Laudato Si”, donde ha realizado un dialogo fecundo entre la ciencia y la fe para diagnosticar los graves problemas ecológicos que afectan a nuestra casa común y donde también ha incorporado la tradición ortodoxa al inspirarse en el Patriarca Bartolomé I de Constantinopla para alertar sobre las raíces éticas y espirituales de los problemas socio ambientales.

Posteriormente, el dialogo con otras tradiciones religiosas se concretó en la declaración sobre la Fraternidad Humana realizada junto al Gran Imán de Al-Azhar Ahmad Al-Tayyeb. Allí se invoca el nombre de Dios creador de todos los seres humanos iguales en los derechos, en los deberes y en la dignidad, llamados a convivir como hermanos entre ellos, para poblar la tierra y difundir en ella los valores del bien, la caridad y la paz. Esta declaración fue, a su vez, una inspiración para su posterior encíclica “Fratelli Tutti” de octubre de 2020[22].

En su magisterio, Francisco le habla a la fe de los fieles, pero también a la razón humana y al pensamiento de creyentes y no creyentes. A su vez, entra en dialogo con otras cosmovisiones religiosas cristianas y no cristianas, como la ortodoxa y el islam. A través de esta práctica busca una alianza y un punto de encuentro entre las civilizaciones para que se asuma el compromiso central de honrar, respetar y cuidar la dignidad de la vida humana, especialmente de los más pobres y desfavorecidos.

Para Francisco la dignidad común es fundamento de la fraternidad y la fraternidad es un tema serio para la política y el poder, la filosofía y la ciencia. Ello porque considera que en la fraternidad todo se puede ganar y que afuera de ella todo puede ser perdido.  Es tal la importancia que le atribuye, que la propone como estilo de vida, como método de acción social y como escuela para una nueva política.

7. Consecuencias en la fundamentación de los derechos humanos.

En el ámbito secular, el principio de la dignidad de la persona, está reconocido como fundamento último de los derechos humanos y surge clara y expresamente de la Carta de las Naciones Unidas y de la Declaración Universal de Derechos Humanos[23].

La dignidad es una categoría jurídica clave porque es la base de todos los derechos humanos. Los seres humanos tienen derechos que deben ser tratados con sumo cuidado, precisamente porque cada uno posee un valor intrínseco.

En 1948, y en respuesta al horror de las dos guerras mundiales, la comunidad internacional pensó que era importante enfatizar el concepto de la dignidad humana en las primeras palabras de este innovador documento, subrayando un término que ya estaba destacado en la línea de apertura del Preámbulo de la Declaración Universal de los Derechos del Hombre (DUDH), así como en la Carta que fundó las Naciones Unidas hacía tres años antes[24].

Además de su inclusión en la DUDH, la dignidad humana se encuentra tutelada específicamente por el art. 51 de nuestro Código Civil y Comercial. Se fundamenta en la subjetividad de la persona, no en su cuerpo o en su apariencia. Lo que le otorga su carácter único, irrepetible e insustituible, lo que la hace “alguien” y no “algo”, es que la persona está dotada de un centro interior capaz de autoconciencia, autocontrol y autodecisión, con plena capacidad para donarse a sí misma en un acto de libertad y de amor[25]. No desde la exterioridad cósica de su cuerpo, sino desde su interioridad personal, allí donde reside el esplendor de la persona y de su dignidad.

En plena pandemia por el coronavirus el Papa alertaba ante lo que denominó una patología más amplia: la visión distorsionada de la persona, una mirada que ignora su dignidad y su carácter relacional. Advertía, que a veces las personas son consideradas como meros objetos, para usar y descartar y que este tipo de mirada ciega fomenta una cultura del descarte individualista y agresiva, que transforma el ser humano en un bien de consumo[26].

Luego, en la encíclica Fratelli Tutti, señaló que la cultura del descarte es un estilo de vida que no considera a las personas como un valor primario que hay que respetar y amparar, sino que las considera como objetos descartables, especialmente si son pobres o discapacitadas, si “todavía no son útiles” —como los no nacidos—, o si “ya no sirven” —como los ancianos—[27].

En línea con el Concilio Vaticano II, el Papa reafirma que a la luz de la fe tenemos la certeza de que Dios nos ha creado como personas amadas y capaces de amar; que nos ha creado a su imagen y semejanza (cfr. Gen 1, 27). De esta manera, a través de la fe sabemos que Dios nos ha donado una dignidad única, invitándonos a vivir en comunión con Él, en comunión con nuestras hermanas y nuestros hermanos y en el respeto de toda la creación. Aquí radica el fundamento de toda la vida social y determina sus principios operativos[28].

Por ello, la referencia al principio de la dignidad inalienable de la persona en la Declaración Universal de los Derechos del Hombre, fue definida por Juan Pablo II como como «una de las más altas expresiones de la conciencia humana»[29].

Consiguientemente, podemos observar como el equilibrio y armonía, entre fe y razón, florece en la fundamentación de la dignidad de la persona humana como clave de la defensa de los derechos humanos frente al peligro de que el hombre quede subordinado y tratado como un objeto ante un paradigma tecno económico hipertrofiado.  

8. Conclusión.

Los cambios tecnológicos, sociales, políticos y culturales que estamos viviendo son maravillosos, pero al mismo tiempo, generan un cuestionamiento a las bases ontológicas del hombre y por ende al fundamento de los derechos humanos.

En este contexto, para extraer frutos provechosos del desarrollo científico, consideramos que el dialogo y equilibrio entre la razón religiosa y la razón secular y científica es más necesario que nunca.

En el pasado los Derechos Humanos tuvieron un origen religioso y un desarrollo secular, fruto del encuentro entre la tradición religiosa cristiana y la cultura ilustrada secular. Hoy, nuevamente, es necesario ese dialogo para plantear un sólido debate para que el hombre, portador de una dignidad inalienable, no quede subordinado al imperativo tecnológico con las imprevisibles consecuencias éticas, sociales, políticas y culturales que ello puede aparejar.

La discusión sobre el desarrollo científico y tecnológico no puede quedar clausurada meramente a sus implicancias fácticas. En este sentido, los diálogos entre Ratzinger y Habermas, han sido fecundos y mantienen su plena vigencia y existen líneas de continuidad en el magisterio del Papa Francisco. Si dejamos de lado el diálogo entre la ciencia y la fe, y entre las diversas tradiciones religiosas, silenciaríamos en el ámbito público la vitalidad discursiva de las mismas, limitando nuestra comprensión de la realidad y debilitando el ethos cultural.

Un auténtico desarrollo del hombre, no se asegura sólo con el progreso técnico y con meras relaciones de conveniencia. Solamente un humanismo abierto al Absoluto nos puede guiar en este camino de modo que abra la conciencia del ser humano a relaciones recíprocas de libertad y de responsabilidad.

En materia de derechos humanos no se puede excluir todo el desarrollo que realizó el magisterio católico y el resto de las grandes tradiciones religiosas sobre el fundamento religioso de la dignidad humana y sobe el valor intrínseco de las personas.

Por ello, es que insistimos en la necesidad de que el discurso religioso diga “presente” al momento de abordar las más urgentes y delicadas problemáticas científicas y culturales de nuestro tiempo en dialogo, equilibrio y armonía con el discurso secular.

 



[1] Francisco, Carta Encíclica “Laudato Si”, Roma 24 de mayo de 2015, n°104 y 105, consulta en línea en http://www.vatican.va/content/francesco/es/encyclicals/documents/papa-francesco_20150524_enciclica-laudato-si.html

[2] Supiot, Alain, “Homo juridicus. Ensayo sobre la función antropológica del derecho” Siglo Veintiuno Editores S.A., 2da. Edición argentina revisada, 2012, pág. 11/12.

[3] Juan Pablo II, “Fides et Ratio”, 14 de septiembre de 1998, consulta en línea con fecha 8 de abril de 2023 en: https://www.vatican.va/content/john-paul-ii/es/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_14091998_fides-et-ratio.html

[4] Juan Pablo II, Ídem anterior.

[5] Juan XXIII, Mater et Magistra, n° 219.

[6] Juan Pablo II, Fides et Ratio, 14 de septiembre de 1998, nº 46-48, consulta en línea con fecha 8 de abril de 2023 en: https://www.vatican.va/content/john-paul-ii/es/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_14091998_fides-et-ratio.html

[7] Joseph Ratzinger y Jürgen Habermas, Dialéctica de la secularización, Ed. Encuentro, Madrid, 2006. En italiano tiene otro título: Ragione e fede in dialogo, Marsilio / I libri di Reset, Venezia, 2005.

[8] Benedicto XVI. Caritas in Veritate, 70, consulta en línea el 20 de abril de 2023 en: https://www.vatican.va/content/benedict-xvi/es/encyclicals/documents/hf_ben-xvi_enc_20090629_caritas-in-veritate.html

[9] Benedicto XVI, ídem anterior.

[10] Editorial Paidós, editado en dicha colección en 2009.

[11] J. Habermas, ob cit, págs. 80-82.

[12] Ollero Tassara, Andrés “La crítica de la razón tecnológica. Benedicto XVI y Habermas, un paralelismo sotenido” 6 de junio de 2010, consulta en línea  con fecha 18 de abril de 2023, en https://www.bioeticaweb.com/la-crastica-de-la-razasn-tecnolasgica-benedicto-xvi-y-habermas-un-paralelismo-sostenido/

[13] Benedicto XVI. Caritas in Veritate, 70, consulta en línea el 20 de abril de 2023 en: https://www.vatican.va/content/benedict-xvi/es/encyclicals/documents/hf_ben-xvi_enc_20090629_caritas-in-veritate.html

[14] Citado por Ollero Tassara, Andrés en “La crítica de la razón tecnológica. Benedicto XVI y Habermas, un paralelismo sotenido” 6 de junio de 2010, consulta en línea  con fecha 18 de abril de 2023, en https://www.bioeticaweb.com/la-crastica-de-la-razasn-tecnolasgica-benedicto-xvi-y-habermas-un-paralelismo-sostenido/

[15] Benedicto XVI. Caritas in Veritate, 74, consulta en línea el 20 de abril de 2023 en: https://www.vatican.va/content/benedict-xvi/es/encyclicals/documents/hf_ben-xvi_enc_20090629_caritas-in-veritate.html

[16] Ratzinger, Joseph Cardenal “Sobre las bases morales prepolíticas del Estado Liberal: Razón secular y Religión en el Estado”; ponencia leída el 19 de enero de 2004 en la "Tarde de discusión" con Jürgen Habermas, organizada por la Academia Católica de Baviera.

[17] Benedicto XVI. Caritas in Veritate, 74, consulta en línea el 20 de abril de 2023 en: https://www.vatican.va/content/benedict-xvi/es/encyclicals/documents/hf_ben-xvi_enc_20090629_caritas-in-veritate.html

[18] Ratzinger, Joseph Cardenal “Sobre las bases morales prepolíticas del Estado Liberal: Razón secular y Religión en el Estado”; ponencia leída el 19 de enero de 2004 en la "Tarde de discusión" con Jürgen Habermas, organizada por la Academia Católica de Baviera.

[20] Citado por Ollero Tassara, Andrés en “La crítica de la razón tecnológica. Benedicto XVI y Habermas, un paralelismo sotenido” 6 de junio de 2010, consulta en línea  con fecha 18 de abril de 2023, en https://www.bioeticaweb.com/la-crastica-de-la-razasn-tecnolasgica-benedicto-xvi-y-habermas-un-paralelismo-sostenido/

[21] Juan Pablo II, Fides et Ratio, n° 100 consulta en línea el 23 de abril de 2021 en http://www.vatican.va/content/john-paul-ii/es/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_14091998_fides-et-ratio.html

[23] Adoptada y proclamada por la Asamblea General en su resolución 217 A (III), de 10 de diciembre de 1948.

[24] Naciones Unidas, “Libres e iguales en dignidad” consulta en línea el 17 de abril de 2023 en: https://news.un.org/es/story/2018/11/1445521

[25] Quiles, Ismael S.J.  “La persona humana”, editorial Depalma, Buenos Aires, 1980, 4ta. Edición, pág. 35 y siguientes.

[26] Francisco, Audiencia General 12 de agosto de 2020 “Curar el mundo. Fe y Dignidad Humana”.

[27] Francisco, Fratelli Tutti, nº 18.

[28] Francisco, Audiencia General 12 de agosto de 2020 “Curar el mundo. Fe y Dignidad Humana”.

[29] Juan Pablo II, Discurso a la Asamblea General de las Naciones Unidas, 5 de octubre de 1995.